domingo, 1 de agosto de 2010

*Suspiro*

Ella me abrió los ojos a muchas cosas. A forjar principios, a tirar viejas costumbres, a desechar tabúes, a pensar en que existen un montón de cosas que yo sólo creía en la imaginación. Ella era la prueba de esto.

No es que lo hiciera directamente, pero su sola presencia me hacía reflexionar.

No sé cómo tratarla. Ni cómo reaccionar a lo que me dice, si es propio decirle lo que pienso, si le interesa saber de mí, o qué cosas le interesan saber de mí. No sé cómo decirle cuánto la quiero; así que se lo comencé a decir a otras personas y no a ella.

Creo que tampoco fue una buena idea, porque a la gente no parecía agradarle mucho que yo la quisiera tanto. Veo claramente en sus miradas el miedo que les da que me lastime. Y es un miedo completamente justificable, puesto que ya ha pasado varias veces. No me da miedo quererla; sólo me frustra no saber qué hacer a su lado, cuando todas las personas que están cerca no tienen ningún problema. Quizás sólo lo pienso demasiado.

Que me lastime no me resulta de ninguna manera molesto, espantoso o razón alguna para irme o dejar de importarme, es sólo que creo que soy parte de una multitud a blanco y negro, sin nada resaltable; en fin, creo que lo que siento, mis intenciones y mis deseos hacia ella realmente no le significan o ayudan en nada.

Sigo sin poder verla, ni saber de ella. Así ha sido y así será, por lo que veo.

Quizás sólo me reste esperar alguna coincidencia espacio-tiempo.
No creo tener la fuerza para hacer que pase por mis propias manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario