viernes, 9 de septiembre de 2011

Dejar de recordarte

Depende mucho del humor, creo, cuando me acuerdo de mi empanadez.

Hay veces en que simplemente amanezco fatalista y los sesenta metros que nos separan me parecen ciudades enteras, y no hablarte me parece una clara seña de que preferirías comer clavos a establecer contacto conmigo.

Otras que debo tomar la iniciativa y que aprovecharé cualquier oportunidad que se me presente para disfrutar de tu compañía, de algún saludo, de regalarte una sonrisa.

Algunas cuantas, también, pienso en la posibilidad de que tampoco sepas qué decirme, cómo acercarte, de si también maldigas el momento de no poder acercarte por pena a las personas a mi alrededor, o de si la timidez te pese lo mismo. Esas veces también te pezco mirándome de reojo. En esos momentos sé que me miras, a la distancia, sentado en esa banca entre los árboles, y yo desde el segundo piso del edificio. También sé que te das cuenta de que te observo, pero ni tú ni yo creemos tan certeramente esto como para dejar de temer el rechazo de un saludo. Quizás esos sesenta metros sí sean ciudades enteras, kilométricas entre la convicción de uno y la voluntad del otro.

A final de cuentas, desde aquella vez, ni por una ni por otra nos hemos hablado.

Todos esos días estuve en compañía de otras personas. Bueno, no es como si antes de eso mi compañía fueras tú. Las tardes estoy sola, y las horas libres también. Eso no cambia. No he hecho ningún amigo nuevo, -inclusive me ausenté de algunos y algunos se ausentaron de mí-, pero, no es que haya estado particularmente triste. Sólo nostálgica, con el suspiro que siempre te guardo.

Eran las doce del día de un jueves y mientras la maestra atendía a algunos alumnos, el tema de conversación era el rol que tenía cada cual al estar en primaria. Le di un leve empujón al compañero a mi lado en el hombro, uno de aquellos que había estado conmigo este tiempo. "Seguro que tu eras un bully desde pequeño y por eso ahora estás así ¿eh?", él se volteó, negó con la cabeza y comenzó a explicar como es que era todo lo contrario. Su amigo, famoso por ser poco discreto con algunas intimidades de sus demás amigos, además de formar junto a él un perverso dúo de burlas hacia todo lo que se mueva, estaba sentado tras de éste. Pude ver como comenzaba a reír y hacer mofa de la misma plática, codeándose con los compañeros y soltando carcajadas. "Y seguro te desquitas con Hiter y conmigo porque te martirizaban cuando más chico", él se rió, y antes de que pudiera hacer una broma al respecto, su amigo alzó la voz y, dirigiéndose a nosotros, dijo "pues a mi me cae que ustedes van a terminar siendo pareja".

Estaba desconcertada. ¿Qué carajos tenía que ver eso con nada de lo que estuviéramos hablando? Pero por otra parte, sabía que ese sujeto no estaba hablando por hablar. Me quedé confundida e inevitablemente sonrojada. Ambos intentamos llevar la corriente y no darle importancia al tema, aunque las burlas y los gritos habían comenzado. Eventualmente la maestra entró de nuevo al salón y el tema se quedó ahí.

El resto del día no pude evitar pensar en eso.

Quizás era que yo sólo me imaginaba contigo. Cómo serían nuestras citas, las audiciones, nuestro comportamiento en la escuela. Cómo sería si me quisieras. Y por más que pasaban cosas, y por más que me preguntara la gente, incluso las veces en que pensé rendirme y dejarlo por la paz, no era capaz de verme con alguien más sin pensar en ti (a excepción de dos personas igual de imposibles que tú). Tal vez por eso sería que no pensé que nadie en el cochino planeta pudiera considerarme atractiva o posible material de pareja.

Si él y yo...
Nah...
Él es tan despreocupado, simplón, burlesco, irrespetuoso, poco serio. Siempre me desespera pensar que una persona tan talentosa como él se porte de una manera tan desprolija. Y yo, tan complicada, teatral, sobreanalítica, penosa, amante de las reglas y los buenos modales.
Si él y yo...
¿Y la escuela? Él es popular y le habla a todos, se le facilita hacer cualquier cosa que le pongan enfrente y su carácter es tranquilo y se deja llevar, como flotando en el agua. Y, bueno, aunque me gusta ser amable, dar un educado saludo, una sonrisa y un "buenos días" no es lo mismo a hacer una plática, además de que soy muy grillera y defiendo mis ideales aún cuando la otra persona no me esté escuchando.
No. Es que... No. ¿Cómo sería eso?

Y, por un momento, dejé de pensar en ti.


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